Génesis I: El cuerpo de Adikios
En el comienzo solo existía él, cuando el tiempo no corría y la luz aún descansaba.
Periergos, el dios primigenio, albergaba tanta energía que en un momento determinado éste estalló; dividiendo su cuerpo en múltiples partes:
Su cerebro se convertiría en Moira, la diosa del azar y el destino.
Su corazón se vaporizó en una esencia capaz de nublar la mente de cualquiera, la curiosidad.
De sus piernas engendraron los dioses del equilibrio, Fos, el dios de la luz y la energía; y Érebo, dios de la oscuridad y las sombras.
De sus brazos surgieron las diosas del cambio, Jolea, la diosa de la ira y el enfado; y Agazón, la diosa del perdón y la buena voluntad.
Las deidades vivían en un vacío silencioso, hasta que Fos decidió crear el Universo, lleno de color y astros.
De las nebulosas formadas nacieron Íleos, el dios solar; y Terra, la diosa planeta.
Agazón obsequió a Terra con fauna y flora, mientras que Fos la protegió con un escudo capaz de diluir los rayos de energía de su hermano. Érebo y Jolea, en cambio, decidieron recorrer caminos diferentes, enseñando a su hijo Adikios a despreciar a la felicidad. Adikios envidiaba a Terra con todas sus fuerzas, y siempre aprovechaba para entristecerla, la mayoría de veces atentando contra los seres que la habitaban.
En uno de los intentos genocidas de éste, Moira lo atrapó y lo transformó en piedra, dejándolo vivo para que sufriera. Después de percatarse del castigo impuesto a su hijo, Érebo probó desesperadamente a deshacer el hechizo, con la mala suerte de que lo rompió a Adikios en pedazos.
El dios, enfadado, lanzó los restos de su descendiente al espacio, cosa que no impidió que lo que quedaba de éste, en un último suspiro, golpeara a Terra tan fuerte que consiguió separar un fragmento de la diosa.
Adikios transfirió su ser al pedazo roto de Terra, el cual pasaría el resto de la eternidad persiguiéndola y separándola de su hermano Íleos cada once horas.
FIN
Agazón obsequió a Terra con fauna y flora, mientras que Fos la protegió con un escudo capaz de diluir los rayos de energía de su hermano. Érebo y Jolea, en cambio, decidieron recorrer caminos diferentes, enseñando a su hijo Adikios a despreciar a la felicidad. Adikios envidiaba a Terra con todas sus fuerzas, y siempre aprovechaba para entristecerla, la mayoría de veces atentando contra los seres que la habitaban.
En uno de los intentos genocidas de éste, Moira lo atrapó y lo transformó en piedra, dejándolo vivo para que sufriera. Después de percatarse del castigo impuesto a su hijo, Érebo probó desesperadamente a deshacer el hechizo, con la mala suerte de que lo rompió a Adikios en pedazos.
El dios, enfadado, lanzó los restos de su descendiente al espacio, cosa que no impidió que lo que quedaba de éste, en un último suspiro, golpeara a Terra tan fuerte que consiguió separar un fragmento de la diosa.
Adikios transfirió su ser al pedazo roto de Terra, el cual pasaría el resto de la eternidad persiguiéndola y separándola de su hermano Íleos cada once horas.
FIN
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