Puertas
Mis párpados empiezan a sentirse pesados. "Será mejor que me vaya a dormir", pienso. Dejo a mi lado el libro que hasta ahora leía, mientras contemplo la lechosa luz de la Luna entrar por mi ventana. Siempre odié el proceso de conciliar el sueño, dado que el menor sonido, hasta el que se provocaba por la aparición de pensamientos en mi mente, conseguía mantenerme despierto.
Le echo el ojo al pasillo que conecta con mi habitación, el cual cuenta con un muro opuesto a ella, sólo a diez pasos de distancia. Extrañamente, había tomado el hábito de contarlos cada mañana, al levantarme. Inconscientemente, al salir, pero nunca se me olvidaba. No sé por qué. Tal vez me guste sentirme familiarizado con mi espacio, hasta el menor detalle. También me fijo en el hecho de que el pasillo parece alargarse hasta la infinidad, pero lógicamente sé que eso resulta imposible. Aun así, prefiero no seguir mirándolo.
Para calmarme, pienso en mis alrededores. En mi habitación hay una cama. En mi habitación hay un armario. En mi habitación hay fotos enmarcadas en la pared. Ésta es parte de mí. Representa un mundo que conozco como la palma de mi mano, por el cual podría caminar a ciegas, ya que en mi dormitorio sé cómo se ve todo.
Continúo perdido en mis pensamientos, pero una percusión de frecuencia grave vibra en el suelo. Uno, dos, tres, cuatro... "¿Serán pasos?" Me pregunto "No, debe ser mi imaginación". No obstante, los golpes no cesan. Cinco, seis, siete, ocho, nueve, diez... "Han parado" Me repito, buscando una explicación racional a todo ésto.
Pero, de repente, un aura fría que atraviesa mis mantas se manifiesta al lado de mi cama. "Ey..." susurra una suave, pero rasposa voz. "Abre los ojos" pronuncia. Trato de no mover ni un pelo, poniendo todos mis esfuerzos en ignorar el diálogo. "Sé que no estás dormido" afirma el ente, "Si un extraño te pide ayuda, ¿crees que es correcto ignorarle?". Me mantengo inmóvil, esperando que me encuentre dentro de una pesadilla. "Te contaré un secreto..." prosigue el ente "Nunca me he podido ver a mi mismo. Ni siquiera sé si de veras estoy aquí" insiste, tratando de que abra mis ojos.
"La gente es buena cerrando puertas, ¿sabes?" señala, cambiando de tema. "¿Tú sabes qué es una puerta?" inquiere, esperando respuesta. "Pues claro que sí, tienes una justo ahí, al borde de tu pequeño mundo" afirma, cómo si se hubiera percatado de lo ridícula que sonaba su pregunta. "Una puerta consigue jugar el papel de una herramienta que ahuyenta lo malo. Ésto puede ser una mala persona, un mal olor, o, a veces, a mí." filosofa el ente. "No puedo abrir puertas" confiesa "Las encuentro... complicadas. ¿Debería empujar o tirar?¿Debería girar el pomo a la izquierda o a la derecha?¿Debería esperar a que la madera se pudra para poder entrar?" continúa. "¿Y qué sucede cuando se abre?¿La cierro otra vez, o trato de dejarla abierta? Aunque eso último podría desagradar a quien la haya cerrado antes. Tantos factores en juego... tantas cosas que pueden salir mal..."
"Cuando me encuentro en frente de una puerta cerrada, me paralizo. Me quedo ahí, pensando en mis escusas para entrar, porque eso es lo que son, escusas." El ente parece haberse parado a tomar aire, pero mi insistencia en evitar su conversación empieza a reemplazarse por miedo. "¿Cómo crees que son mis ojos, amigo?", "Vacíos" musito. "Curioso" se detiene a pensar el ente "¿Alguna vez has buscado algo con tanto afán que no valoras la belleza del resto?¿Alguna vez te has aventurado en la oscuridad, buscando a alguien que te reciba al otro lado, como si te esperaran?"
"Si te tendiera mi mano, amigo, ¿cómo crees que se vería?" pregunta. "Cansada" respondo. "Y si el velo de tus párpados se levantara, ¿Cómo interpretarías mi expresión?", "Sin emoción" contesto.
"Mentiroso" insulta el ente. "Desde que he llegado te has negado a mirarme..."."Estos ojos, estas manos, esta expresión... quizás sean tuyos, pero la verdad se ha de comprobar. Así que ahora, abre tus ojos". Respondo agitando mi cabeza de lado a lado. "Tu oportunidad ha pasado, amigo".
Noto como algo se retuerce por mi cuello, ejerciendo una presión insoportable en mi cráneo. "Dime lo que ves" oigo, pero mis cuerdas vocales no emiten sonido alguno."Abre, los, ojos" repite el ente, apretando cada vez más. Escucho un crujido agresivo, y la presión disminuye de golpe. "Oh no" escucho. "Lo lamento, amigo, pero he de irme. A cambio de tu compañía, aún ser un mentiroso, te entrego una parte de mí. He de encontrar a alguien que me diga cómo soy". Los mismos pasos que anunciaron la venida del ente indicaron su ida, dejándome en el suelo, con un objeto entre las manos.
Parece importante, pero ya no puedo abrir los ojos.
Parece importante, pero ya no puedo abrir los ojos.